Días diferentes.
El trabajo creativo se nutre, casi siempre, del disloque, de lo recóndito, de la mirada divergente, de la búsqueda de la luz entre las sombras, de ese brote de poesía que hay en todo lo prosaico, del dolor, de lo disfuncional, del sentido del humor, de la Naturaleza... y todo ello está de forma permanente acompañando a los seres humanos.
En este estado de confinamiento forzoso, esos elementos siguen ahí. Ha aumentado, como si de un programa de tratamiento de imágenes se tratase, el contraste. Ahora se dibuja, con mayor nitidez, el límite que configura la presencia de las cosas y seres. Aflora la crueldad sin justificación, lo dislocado, pero también de lo recóndito sale a la superficie todo lo luminoso: la solidaridad, las redes de apoyo mútuo, el acompañamiento voluntario de la soledad de desconocidos y un largo etcétera.
La manera de seguir incentivando la búsqueda creativa es volver a la infancia. Es volver a ese estado de juego permanente. Es esa mirada lúdica hacia los elementos que te rodean y entender que el juego es sagrado, porque es la vida misma, y que todo está supeditado a su continuación.
Los niños y niñas, cuando juegan -observad que esto sucede la mayor parte de las veces-, ceden si se frustan sus expectativas. Pueden enfadarse y manifestar este enfado pero hasta el límite que no impida que el juego continúe. Si lo hacen, se quedan fuera. Y el juego lo comprende todo (no estoy pensando en los juegos reglados, casi siempre competitivos, y los juguetes que no permiten el juego simbólico y que son producidos sin fin por el sistema capitalista).
Estos días (de convivencia forzada) han traído un regalo para todos los peques: aquello con lo que más les gusta jugar, aquello que para toda persona pequeña es esencial, el mejor juguete que se le puede proporcionar a quien está creciendo: la atención, la palabra, el afecto, el tiempo compartido, las actividades, experiencias en suma, con quienes son sus mayores...esos que semanas atrás estaban muy ocupados, ausentes, en muchos casos fabricando el dinero para comprar esos juguetes -tecnológicos o no- que sustituyesen su presencia, su atención, su palabra...
Jugad con los peques. Acercaos con respeto hasta que se os admita. Aprended a no imponer la arrogancia del adulto. Escuchad.
La mirada de los niños y de las niñas es la de la Naturaleza y en ella está todo cuanto de bueno hay, cuanto de valioso podamos encontrar para nuestra especie, para el cuidado de la vida.
Jugad con lo que tengáis, pero compartid el juego.
Jugad y os sorprenderéis.
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Es que estabas para comerte... |
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Nada que esconder |
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Ratón de cocina | | | |
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Algo contrariado |