lunes, 31 de marzo de 2014

Pequeña-Gran Feli...cidad

    Feli S.A.
    Bromeo con mi nombre porque, aunque ahora me he congraciado con él, hubo un tiempo en el que sonaba palurdo, de persona con un atractivo dudoso cuando no repelente: una tía de la que se reían todos, una doméstica gritona... Más tarde, llegada la adolescencia, me rebelé contra mi denominación y pedí ser llamada Feli por todos. Hasta la fecha.
    Ahora resulta que mi nombre es raro, no se le pone a las niñas que vienen al mundo. Nadie llama Feli ya a su hija. Las Felis somos especímenes en vías de extinción. Felisa, Feliciana y Felicidad son nombres del pasado.
    Y, sin embargo, si es cierto que un nombre determina en parte el carácter, o con esa intención se lo adjudican algunos progenitores a sus recién nacidos, qué mejor deseo que el que entraña el significado de este nombre: "La que está siempre feliz".

    Yo estoy feliz. En estos momentos tengo un buen motivo...

     Pero vayamos atrás en el tiempo para entender mejor esta historia.
     Jean Marc y su mujer Isabelle entraron un día, hace ya tres años, en El taller de Feli. Vinieron a conocer el establecimiento y entablamos una conversación dificultosa y divertida que nos tuvo haciendo esfuerzos de comprensión durante un par de horas. Cuando uno quiere comunicar, la falta de competencia lingüística en un idioma que no es el propio es una dificultad relativa. Sentí simpatía pues eran atentos, afables, curiosos y se esforzaban por conocerme y mostraban aprecio por mis creaciones. Les dediqué toda mi atención y me correspondieron permitiendo que yo los conociera a ellos.
     El abuelo de Jean Marc tuvo, como muchos otros, que marcharse del pueblo a causa de la guerra. Aquella guerra que hizo que muchas personas se vieron obligadas a abandonar sus casas, su pueblo, sus familiares y sus amigos bien por la propia contienda, bien por la penuria económica en la que quedó sumido el país.
     Jean Marc entiende nuestro idioma y lo habla con soltura. Estuvo viniendo en su juventud a Graus durante los veranos e hizo un puñado de amigos con los que aún se relaciona.
     Isabelle, la mujer de Jean Marc habla castellano con mucha dificultad (al mismo nivel que yo me expreso en francés) pero su afán comunicativo, su risa fácil y su afabilidad son su tarjeta de presentación y hacen que la relación con ella sea una delicia.
     Tienen cuatro hijos y también ellos se han convertido en visitantes habituales del taller.
     Hace un par de veranos Julia, la hija mayor, me estuvo escribiendo durante un mes antes de su llegada pues quería que yo le ayudase a preparar una fiesta sorpresa para su madre. Julia no habla español y el uso del traductor de Google hacía que cada uno de sus mensajes resultara un acertijo, una fuente de interrogantes y un momento de diversión.
   Llegó el día. Derrochamos adrenalina escondiéndonos en la terraza a la espera de que Jean Marc hubiese paseado lo suficiente a Isabelle por el pantano para despistarla mientras sus hijos y Raphël, novio de Julia, preparaban un montón de manjares. La fiesta fue un éxito.
   Este verano no he visto a la familia Matras. Me preguntaba qué sería de ellos. De cuando en cuando Isabelle me manda alguna postal o correo pero hacía ya tiempo que no recibía noticias.
  ¡Et voilà!, la semana pasada me llega una tarjeta postal y con ella uno de esos momentos que te procuran una emoción dificilmente trasladable en palabras.
    Me leí la tarjeta, con una sonrisa por la felicidad de esas personas hacia las que siento gran afecto, haciendo un esfuerzo por traducir cada una de las palabras correctamente hasta llegar a la frase "Os presentamos a..." y en ese momento, sorpresa mayúscula, descubrí hasta qué punto el afecto era recíproco.

    Un pensamiento me vino a la cabeza: una suerte de rueda había dado un giro. Con su gesto, Julia y Raphaël habían redondeado una arista, suavizado un dolor. Si aquel señor Cereza que se marchó, diese una vuelta ahora por su pueblo, pudiese verlo, se encontraría con un establecimiento, un taller artesanal, que lleva el nombre de su tataranieta.







1 comentario:

  1. Que bien merecido que el aprecio y el carino se demuestren de una forma tan bonita. No me sorprende nada lo que acabo de leer. Gracias por ser la Feli que eres y compartir de la manera que lo haces.
    Desde los USA y con mucho carino.

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