Parasoles, criavientos, lengua sin palabras...eso son los abanicos.
Sigue el verano con sus fiestas, conciertos, meriendas con amigos al borde del agua, sigue el Sol su recorrido de muchas horas sobre el horizonte dorándolo todo, perlando la piel de sudor.
Un puñado de varillas de madera unidas por un pedazo de tela pueden hacer la magia de convertir el aire en viento. Yo he jugado a pintar el viento de colores y llenarlo de notas de humor.
Un recuerdo lejano de instrumentos que servían para aventar la cascarilla de los granos del cereal, ahora que trilladoras y cosechadoras muerden los campos, y de objetos que se usaban para avivar el fuego de los hogares que ahora descansan hasta que llegue el frío.
Mientras el calor llene de música de grillos y chicharras las horas de siesta, de gente las calles por la noche y de búsqueda de agua y sombra las jornadas al sol, seguiremos acompañados por esos aliados pequeños, ligeros, amables y coloridos...los abanicos.
(fotografía de inicio cortesía de Manuel Fenández Minaya)
Uno de mero |
Flor de nieve |
Sandía |
Bajo las olas |
Como reluce. Caracoles |
Lullabay of birland |
Chupa chips |
Hacia las estrellas |
Chuches |
Capoeira |
La vie en rose |
y un huevo |
Flabelo |
Secuoyas |
Actuar de ofidio |
Pío, no impío |
Uno de mero |
Tren de papagayos |
En la reja |
En la escollera |
En el mar Rojo |
Cáscara de huevo |
Caballitos de mar |
Mar Negro |
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