jueves, 1 de diciembre de 2011

Los niños aprenden, los niños enseñan

                 Los niños vienen al taller para indagar acerca de cómo compongo las formas que contemplan en él. Les hablo de cómo la belleza se presenta de la forma más inopinada. les cuento ésto con otras palabras: les hablo de mirar, en lugar de sólo ver, de escuchar, en vez de sólo oír, de acariciar y no sólo tocar los objetos... y por un momento vuelvo a ser una niña que propone un juego, una niña a la que otros niños invitan a jugar y corresponde.
                          Una tarde vienen tres amigos. Me encuentran haciendo mosaicos con unos objetos extraños para ellos: fragmentos de baldosa recogidos en la costa lígur italiana, redondeados por el mar y escupidos a la arena. Quieren participar. Quieren jugar.
                         Reparto a cada uno un número de piezas. Quieren competir. Les propongo otra cosa: que cada cual haga una creación y, una vez todos hayan terminado, que los otros dos valoren (no censuren, ni alaben) la propia creación por turno (decir, no sólo hablar; escuchar, no sólo oír).
                        El juego se repite una y otra vez hasta que alguien viene a buscarlos. En ese lapso de maravilla y encantamiento desprenden una felicidad difícil de trasladar con palabras pero de la que me quedo prendada. Dicen cosas importantes, valiosas, embargados por el proceso creativo, por la imaginación en marcha, y me regalan comentarios trascendentes. Están absortos, me coloco sobre ellos y les llamo un instante. Me miran y el resultado lo recoje una cámara de fotos, lo que me permite compartirlo con todos vosotros. No están posando. Se han colocado así de forma espontánea, dándose la espalda, para trabajar sin ser vistos y poder sorprender a sus compañeros.
                          Os dejo con esta instantánea y con un poema que escribí... hace muchos años, cuando me di cuenta de que había dejado de ser una niña.



                           INFANCIA
“¡Oh, palmera! También tú eres
en este suelo extranjera…”
           Abderrahmán
  
         Ahora es cuando todo es pueril:
        dramatizar la espera civilizada
        de ocasiones
        de documentos
        de una oportunidad
        como personas mayores.
        Ahora es cuando todo está lleno de límites
        porque hemos ganado el miedo.
       
  (Sólo sé que he crecido
        cuando me descubro disfrutando de algo
        con la misma seriedad
        con que de niña jugaba).

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